En 1924. Sur de Francia. En un pueblito de los Alpes marítimos llamado Bar-sur-loup, el joven maestro de escuela, se enfrenta a un problema con varias aristas.
Por un lado está profundamente convencido de que es preciso cambiar de raíz el sistema educativo, basado en la enseñanza memorística, mecánica, represiva y divorciada de la vida, que deja a los niños en una actitud pasiva y amorfa, que sólo engendra fracasos.
En esa relegada escuela de pueblo pobre hay sólo dos aulas y dos únicos maestros para todos los grados escolares, con más de cuarenta niños.
A todo lo anterior se añade su quebrantada salud. Sufre una herida de pulmón, dificultándole la respiración y la voz.
Freinet sentía la necesidad imperiosa de descubrir una manera de trabajar con los alumnos para que no dependieran de una asistencia permanente de un maestro. Descubre a los ideólogos de la "escuela activa". Viaja a Ginebra, pues se entera de que hay un encuentro y sospecha que ahí debe estar el embrión de la respuesta que busca. Regresa decepcionado. Comprueba que despliegan una cantidad de recursos para hacer posible esa pedagogía, más bien para ricos, que es imposible de transferir a la escuela pública. Las soluciones que necesita encontrar tienen que ser acordes con su escuela de "educación popular".
Encuentra en un catálogo de ventas por correo, la oferta de una novedosa imprenta manual, muy elemental y barata que compra con sus ahorros.
Implanta en el aula el periódico escolar, pero no como mera actividad complementaria, sino como el eje central del proceso educativo.
El cuaderno escolar individual, quedó abolido. Todo cuanto los niños aprendían, investigaban, reflexionaban, sentían, vivían, lo volcaban en las páginas de su periódico, enteramente redactado, ilustrado, diagramado e impreso por ellos. Aquel medio de comunicación cambió toda la dinámica de la enseñanza-aprendizaje.
Aprendían a redactar para expresar sus ideas; a estudiar e investigar de verdad, porque ahora tenían una motivación y un estímulo para hacerlo. Ese conocimiento que producían ya no era para cumplir una obligación, ni para registrarlo en un cuderno individual, dónde yacería perdido y muerto, sino para publicarlo, comunicarlo, compartirlo: con los compañeros, con los padres, con los vecinos del pueblo. Ello imponía una exigencia y era la de que las informaciones tenían que ser correctas y verificadas puesto que iban a circular por todo el pueblo. Ahí estaba el colectivo de redacción, formado por todos los compañeros, para discutir artículos y demandar claridad, precisión y rigor.
Más adelante continuaré con esta experiencia pedagógica tan interesante y de cual fue su trascendencia a nivel social y educativo.
Fuente: "Comunicación Educativa en la Sociedad de la Información"
Autor: Mario Kaplún
Bonita historia...............
ResponderEliminarHola Fabio, muchas gracias por venir hasta aquí y hacer tu comentario.
ResponderEliminarSobre todo es una historia de búsqueda y lucha. Gracias a su trabajo con perspectiva de cambio, pudo transformar aquella realidad, por otra más constructiva y enriquecedora.