Es una costumbre que tengo adquirida de todos los años por estas fechas. Me replanteo que rumbo tomar para seguir siendo fiel a mis principios y a mis sueños y al mismo tiempo como ser de utilidad para aquellos que me rodean y para los que están más lejos. En definitiva reflexiono sobre cuál debe ser mi aportación a la sociedad para que se fusione con todas aquellas personas que trabajan solidariamente para transformarla y hacer un mundo dónde quepamos todos con igualdad y equidad, dónde el respeto a los Derechos Humanos se realice sin hipocresías ni intereses de poder, dónde la creatividad nos lleve a avanzar hacia cotas de bienestar, alegría y paz y no a inventar sofisticados artilugios y estrategias tétricas que sólo producen terror, destrucción y desconfianza.
Este año me ha cogido un poco baja de ánimo. Es tanto lo negativo que nos rodea que reconozco que las defensas me han bajado. Me siento impotente ante tanta hostilidad y negatividad.
También sé que iré venciendo este estado de ánimo y de nuevo encontraré las fuerzas para seguir luchando. Soy una convencida de que sin lucha no hay frutos por tanto enseguida encontraré el estímulo para seguir adelante, porque el camino está trazado desde tiempos inmemoriales, los que luchan toda una vida sin descanso ni fatiga son los que mantienen la llama encendida para que cuando a los que como yo las fuerzas nos fallen nos alumbre en la oscuridad de la noche y sepamos encontrar el camino de nuevo.
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